lunes, 25 de febrero de 2013


Venezuela: titulares de fin de siglo y un llamado a la acción
Roberto Smith Perera
Red de Estudios Estratégicos y Políticas Públicas
I. El problema
Venezuela anda sin rumbo desde hace tiempo.

Faltando poco más de 1.000 días para acabar el siglo XX, vale la pena hacer la simple constatación de que en un momento histórico crucial, cuando Venezuela más lo necesita, muy pocos venezolanos están diseñando el país del futuro, y muy pocas organizaciones se han dedicado a encontrar sistemáticamente las soluciones a los más graves problemas de la nación con la mirada puesta en el nuevo siglo.
Este es un problema mayor que aqueja a nuestro país desde hace varias décadas. La fantasía petrolera de los setenta, la crisis económica de los ochenta y la trampa de la frustración de los noventa nos han impedido ver como pueblo la importancia de desarrollar una visión de futuro. Como resultado, hoy Venezuela no cuenta con un proyecto nacional compartido, ni con los consensos básicos para construir una sociedad en crecimiento social, económico y moral.
En este escenario, la motivación esencial de los nuevos líderes debería ser la de estructurar orgánicamente la contribución intelectual y moral de los venezolanos del futuro, ante lo que son los "titulares de fin de siglo" de Venezuela.
Estos titulares describen claramente la dimensión del reto que tenemos por delante los venezolanos.
Una educación para el subdesarrollo
La primera noticia es que nos dirigimos como pueblo hacia la marginalidad cultural e histórica.
Según el Ministerio de Educación sólo uno de cada tres niños venezolanos terminan la escuela secundaria, lo cual está entre los peores niveles de América Latina. En otros países más pobres que Venezuela, la escolaridad secundaria es mucho más alta, y llega a 75% en Chile y Argentina, y a 60% en Colombia.
Quienes abandonan a destiempo la escuela son los niños más pobres, reforzando la condición desigual de la sociedad venezolana. Los principales desertores son aquellos muchachos que más necesitarían de la formación para superar las taras de una familia desquiciada, sin padre y sin cultura.
Pero el problema más grave es la baja calidad de la educación. Un estudio reciente presentó la alarmante estadística de que 22% de los maestros en la educación básica pueden ser considerados como analfabetas funcionales.
Según el ministro de educación, quien lo reconoció con precisión y crudeza hace ya tres años, "la educación venezolana es un fraude gigantesco".
Esto ocurre a pesar de que Venezuela gasta mucho dinero en educación. Según la CEPAL, el gasto del sector público venezolano en capital humano es el más alto de América Latina. Venezuela gasta tres veces más que Colombia o Brasil en educación, y sin embargo los indicadores de rendimiento nos ubican por debajo de ellos. El estudio mundial sobre competitividad de 1994 ubicó a Venezuela en la posición 40 de 41 en la categoría de educación.
Frente a esto nos hemos preguntado: ¿Quién ha propuesto una solución de raíz al grave problema de la educación, que compromete el bienestar futuro de millones de compatriotas y pone en serio riesgo la posibilidad de insertar al país en las corrientes de la civilización?
Un desarrollo humano y social paralizado
El segundo titular es que nos dirigimos como país hacia la marginalidad económica y social.
Para llegar a los niveles del mundo civilizado en los parámetros básicos del desarrollo social, necesitaríamos aumentar la esperanza de vida en siete años hasta los 77 años, llevar la alfabetización de 89 a 97%, casi duplicar la escolaridad promedio de 6 a 10 años, y sextuplicar la producción de 3.000 a 20.000 dólares por persona, metas que se hacen año a año más difíciles de conseguir.
En contraste, Venezuela no conoce sino estancamiento económico y social desde 1980, todos los años, con contadas excepciones.
De seguir en Venezuela la paralización crónica que ha tenido por década y media, en el año 2020 el ingreso de los venezolanos se mantendrá en 3.000 dólares, mientras que el de Colombia llegará a 6.000 y el de Argentina a 16.000 dólares. En ese escenario, los venezolanos serán los emigrantes, los venezolanos serán los marginados, los venezolanos serán los desempleados. El que fue el "mejor país de América Latina" pasará a ser uno de los más pobres de la región, mientras que otros países más pobres que Venezuela hoy pasarán a formar parte de los más ricos y prósperos.
Frente a esta situación, nos hemos preguntado: ¿Quién ha propuesto estrategias serias para lograr un crecimiento sostenido de la producción, la productividad y el empleo en un ambiente de estabilidad monetaria, que es la base para cualquier mejoramiento social?
Una justicia injusta
La tercera noticia de fin de siglo es que el poder judicial colapsó.
La criminalidad de Venezuela ha llegado a niveles inaceptables. El número total de delitos aumentó más de cuarenta veces en dos décadas, de 6 mil en 1973 a 250 mil en 1990. La tasa de delitos aumentó veinte veces en dos décadas, de 60 a 1.200 por cada cien mil habitantes.
Según declaraciones del Fiscal General, las cárceles venezolanas son "academias del delito". En 1994, de un total de 24 mil presos, apenas 9 mil habían recibido sentencia, mientras que 16 mil estaban "siendo procesados" y eran parte de una situación de completo desorden y anarquía, donde simplemente opera la sangrienta ley de la muerte.
La falta de justicia de Venezuela es uno de los principales enemigos del futuro de la nación y de su inserción exitosa en el mundo. En las encuestas mundiales de competitividad de los últimos tres años, Venezuela ha quedado en el último lugar en términos de confianza en la administración de justicia y en la seguridad personal.
Venezuela está pasando por una verdadera catástrofe civil en la que el crimen se impuso ante la ineficacia de los organismos de seguridad y justicia. En el período de 1973 a 1990, los homicidios aumentaron en 50% desde 8 a 12 por cada cien mil habitantes.
Según un estudio del Banco Mundial, los tribunales han llegado a una situación crítica en términos de ineficiencia, retraso, congestión y costos para el país. El retraso en los casos pendientes por resolver en los tribunales aumentó de 22 mil casos en 1984 a 100 mil casos en 1990. El tiempo promedio para procesar un caso civil en los tribunales es de 783 días laborables, es decir, más de tres años y un trimestre. El tiempo promedio para procesar un caso penal es de casi cinco años.
Esta realidad es hace al poder judicial venezolano corrupto, ineficaz, y espectacularmente injusto. Un tribunal penal en Venezuela recibe 700 nuevos casos, tiene entre 3.000 y 7.000 casos pendientes y resuelve sólo 120 casos cada año. Problemas administrativos que han sido resueltos en Colombia y Chile, tales como procedimientos arcaicos, duplicación de esfuerzos, pobre gerencia y falta de organización, se han agravado en Venezuela creando una creciente ineficiencia en la que el sistema judicial es cada vez menos capaz de cumplir su función esencial para la operación de la democracia y el sistema socioeconómico.
Ante esta grave crisis institucional y moral, ¿Quién ha propuesto los caminos para implantar un cambio radical en el sistema judicial?
Un gobierno colapsado
El cuarto titular sería que el aparato institucional de gobierno también colapsó.
El sector público venezolano emplea millón y medio de compatriotas que, individualmente son personas por lo común honestas y bien intencionadas, pero que puestos en el contexto de las inmensas burocracias, crean aparatosos sistemas inoperantes, sin rumbo ni misión, sujetos a normativas obsoletas sin sentido de servicio público.
El gobierno venezolano ha desarrollado una crónica voracidad fiscal que ha hecho posible que la inflación no haya podido ser dominada desde hace ya una década. En vez de utilizar inteligentemente los recursos que la sociedad le entrega para su administración, el Estado ha generado una serie de cuotas e intereses burocráticos que le han quitado todo carácter gerencial al presupuesto nacional.
Ante esta situación, en la que se plantea una revisión profunda de la política fiscal venezolana y de las bases existenciales de las estructuras del gobierno, nos preguntamos: ¿Quién ha diseñado soluciones creativas con visión de largo plazo, que permitan que el gobierno cumpla con sus cometidos fundamentales?
Una economía incompetente
La quinta noticia es que Venezuela ya ingresó en la era de la escasez, en la era postpetrolera, y no está preparada para enfrentar los retos de la competitividad.
El resultado negativo de la estrategia proteccionista y monoproductora que siguió Venezuela por tres décadas ha sido impresionante. Si Venezuela no tuviera petróleo y hierro, hoy estaría simplemente entre los países menos competitivos de América Latina.
Las exportaciones no tradicionales de Venezuela representan sólo 110 dólares por habitante, menos que en países como Guatemala. Colombia y Brasil exportan el doble, Ecuador, México y Argentina el triple, y Costa Rica exporta cinco veces más por habitante que Venezuela.
Corea exporta 16 veces, Malasia 22 veces y Japón 25 veces más por habitante que Venezuela. Bélgica, con la mitad de la población de Venezuela, exporta en total diez veces más que Venezuela.
Frente a esta realidad, nos preguntamos: ¿Quién ha diseñando una estrategia de inserción del país en las nuevas corrientes económicas internacionales, promoviendo el desarrollo de una industria competitiva, que supere las limitaciones de la monoexportación y genere los empleos bien remunerados para aumentar el bienestar de los venezolanos?
¿Quién está preparando a Venezuela para las batallas por los mercados, los recursos de capital y la tecnología mundiales? ¿Quién está diseñando las estrategias para quedar entre los países ganadores del siglo XXI, porque supimos convertir nuestra pequeña crisis existencial en una oportunidad y sacar el máximo provecho de los abundantes recursos económicos, naturales y humanos que tenemos?
Una pobreza arrolladora
La sexta noticia es que la pobreza se impuso en Venezuela.
Según el Banco Mundial, el ingreso de los venezolanos está altamente concentrado en las capas más ricas. El 20% más rico de la población recibe el 50% del ingreso, mientras que el 20% más pobre recibe menos del 5% del ingreso total. Los grupos más privilegiados reciben 14 veces más ingreso que los más pobres, lo cual se traslada directamente a la capacidad de consumo y ahorro y, en general, a la calidad de la vida. Esta cifra compara desfavorablemente con economías avanzadas como las de Europa, donde la diferencia de ingreso entre los ricos y los pobres es de 4 a 1, o con los Estados Unidos, donde es de 7 a 1. En los países asiáticos, la distribución del ingreso es notablemente mejor que en Venezuela. En Corea, Taiwan, Indonesia o Tailandia, la diferencia de ingreso entre pobres y ricos es inferior a 7.
Dos tercios de los venezolanos no tienen acceso a servicios básicos para una vida decente, como la educación, la salud, el agua o una vivienda. El número de venezolanos en situación de pobreza ha aumentado desde 1980, y esta situación se agrava cada día más en la medida en que la economía no sale de su estancamiento.
Frente a este drama de un país que soñó ser rico y descubrió a fin de siglo las miserias materiales y morales de sus entrañas sociales, nos preguntamos ¿Quién ha analizado las verdaderas causas de la pobreza y ha propuesto soluciones innovadoras y solidarias para eliminar sus manifestaciones más agudas en los próximos años?
Estas noticias de fin de siglo y las preguntas sin respuesta sobre el porvenir de Venezuela son las que nos deben llevar a actuar.
II. El llamado
Resolver los graves problemas de la educación, la justicia, el gobierno, la economía, la pobreza, y muchos otros, debería ser la motivación principal para aunar un esfuerzo de talento, conocimiento, voluntad y fe entre las nuevas generaciones de venezolanos.
Hace falta crear en el país una red -- una "congregación inteligente" -- de los venezolanos más talentosos con la misión de desarrollar y hacer realidad recomendaciones y propuestas de gran alcance sobre los problemas más cruciales de Venezuela, para influenciar directamente la orientación de las decisiones estratégicas del país, y para convertirse en un punto de referencia de la sociedad civil y política, aglutinando la mejor inteligencia del país en favor de su transformación.
Es preciso hacer un llamado a los profesionales y técnicos más destacados del país, con el objeto de evitar que los escenarios sugestivamente pesimistas del futuro cristalicen año a año, tal como lamentablemente lo han hecho durante las últimas dos décadas.
Es preciso poner talento y fe para proponer una transformación de la educación hacia el siglo XXI, decirle al país cómo crear una educación para el crecimiento, el progreso, la solidaridad y la modernidad.
Es preciso poner talento y fe para definir prospectivas de largo plazo para Venezuela, descifrar cómo se ubicará Venezuela en relación con el mundo dentro de 20 o 25 años bajo diferentes escenarios mundiales y diferentes estrategias nacionales, en los parámetros del desarrollo social, económico, político y cultural.
Es preciso poner talento y fe para proponer una reforma y reestructuración del sistema judicial, ofrecer respuestas a su crisis sistémica y diseñaremos los mecanismos para crear un sistema judicial justo y eficiente, transparente y estable, acabando con las taras de corrupción e ineptitud actuales.
Es preciso poner talento y fe para lanzar un nuevo proyecto para reinventar al gobierno, promoviendo una radical reingeniería del Estado venezolano, para aumentar dramáticamente su eficiencia usando menos recursos, a través de la aplicación de los modernos instrumentos de gerencia que nos son familiares. Se debe redefinir la nueva agenda institucional del país, qué hacer más allá de la privatización, la descentralización y las reformas sectoriales, para aplicar las más modernas enseñanzas de las ciencias gerenciales en la mejora radical del gobierno.
Es preciso poner talento y fe para proponer formas de eliminar la pobreza extrema en las próximas décadas, a través de programas modernos y visionarios para aumentar el capital humano de los venezolanos más pobres y hacerlos capaces de crear su propio camino al progreso material y moral.
Es preciso poner talento y fe para decirle al país qué hacer para enfrentar los retos de la seguridad social y la salud pública de los venezolanos, y presentar propuestas sobre fondos de pensión, seguridad social, prestación de servicios de salud y política fiscal.
Es preciso poner talento y fe para diseñar una nueva manera de hacer los presupuestos nacionales, buscando la máxima distribución y eficiencia en el gasto y el ingreso, y convirtiéndolo en un instrumento de gerencia para aumentar el bienestar de los venezolanos.
Es preciso poner talento y fe para integrar los proyectos de cambio en un bloque armónico, que defina los lineamientos de un plan para el futuro, en sus elementos de política económica, social, cultural, e internacional.
Es preciso además hacer un gran esfuerzo para crear nuevas organizaciones dinámicas, flexibles y eficientes que sirvan para congregar los mejores conocimientos disponibles, incorporando el pensamiento más actualizado y aplicando una rigurosa metodología de trabajo que asegure la máxima calidad en los resultados y proposiciones.
Es preciso, en fin, desarrollar una red de talento al servicio de toda Venezuela, de sus instituciones públicas y privadas, del gobierno y de la oposición, de los partidos políticos y del congreso, del poder judicial y de las organizaciones no gubernamentales. Al no estar atados a ninguna fuerza política o económica, el éxito de esa red se puede medir con la vara de la efectividad para crear una nueva agenda de consenso para el país, una nueva visión de su futuro, y soluciones que son llevadas pragmáticamente a la realidad.
III. El reto
En el país existe el talento suficiente para salvar a Venezuela.
Lo importante es hacerle saber a la gente de talento que el futuro les llegó abruptamente, que el futuro ha aparecido ante sus ojos como una asechanza y como una invitación a la acción creadora.
La búsqueda de una nueva modernización para Venezuela debe estar afincada en los más sólidos y tradicionales valores de la cultura venezolana, pero sustentada en una visión asertiva de la globalización y la competencia. No debe olvidar que construir mercados eficientes pasa por hacer posible que los beneficios del crecimiento sean retribuidos en justas proporciones. Debe mirar al futuro, entender los límites actuales de Venezuela como pueblo y como nación frente a un mundo crecientemente competitivo y complejo, pero debe romper fronteras mentales que nos atan al pasado y al fracaso. Debe asimismo creer firmemente en la participación, la solidaridad y la iniciativa individual como bases para la transformación de la sociedad.
En medio de las dificultades para ponerse de acuerdo sobre las decisiones más elementales de Venezuela, sugiero hacer realidad el sueño de crear un progreso material compartido, mayor equidad social, y una comunidad en paz consigo misma.
La alternativa sería simplemente el caos. No hacer nada significaría excluir por voluntad propia a Venezuela del proceso de transformación más ambicioso que se haya propuesto la civilización: la construcción de una sociedad global, interdependiente, económicamente integrada y competitiva, con una democracia en avance, y con mejores expectativas para la gente pobre. Significaría además asegurar la marginación absoluta de la mitad de los venezolanos de cualquier esperanza de progreso material y, en consecuencia, de mejoramiento cultural y moral.
Es preciso percatarse que Venezuela está en peligro. Se necesita el valor de millones de venezolanos para sacarla de esta crisis que podría terminar en el colapso, pero especialmente el valor de aquellos que tienen en sus mentes la inteligencia y la formación para hallar e implantar las soluciones.
Debemos empezar por reconocer que Venezuela ya no es rica, sino lo contrario. Que ya no es la "democracia más progresista de América Latina", sino un país que pierde día a día un valioso terreno en el camino del progreso. Que se acabó la era de la renta petrolera, cuando pudimos vivir la ficción de ser una nación de pobres, pero con dinero en el bolsillo. Y que está paralizada por sus querellas parroquiales y odios menores, postrada mientras el mundo sigue avanzando rápidamente y nos deja atrás.
Dibujemos los planos y edifiquemos una sociedad en avance que gentilmente ofrece oportunidades a todos, con la mano solidaria de la esperanza, el firme compromiso de quienes tienen mejores opciones, y la clara disciplina del esfuerzo individual de cada uno por progresar con pie firme para vencer los retos del siglo XXI.
Si mantenemos el compromiso, estaremos cumpliendo una misión para la que estamos siendo llamados por una patria que se desmembra y que espera de nosotros, quizás sin saberlo, la respuesta de nuestra acción firme y decidida para transformarla.
e-mail: rsmith@mail1.lat.net
Tomado del discurso inaugural de la Red de Estudios Estratégicos y Política Públicas. Universidad Simón Bolívar, Valle de Sartenejas, Baruta

No hay comentarios:

Publicar un comentario